PERRO NEGRO GRANJERO

Mi vida se monta sobre la base de dos grandes dilemas. El primero se da con los animales, especialmente los perros desde que llegué a la gloriosa Buenos Aires. A saber:

-Caca: Comprendo que todo animal, incluido el humano (menos Mirtha Legrand de Tinayre), debe hacer sus necesidades pero ¿Por qué los dueño no llevan la bendita bolsa para recogerla? Para esto existe una contravención (maldita la hora), la lógica aplicada a la sociedad (respeta a tu prójimo como a ti mismo) y el razonamiento que cualquier individuo medio podría realizar: caca = gente con zapatillas, zapatos, etc. repletos de excremento. Ni hablemos, claro, del olor.

-Perro como herramienta social: ciertos individuos canalizan todas sus fobias a partir de su mascota. O sea, socialmente ciertas personas tienen problemas para relacionarse y a partir del animal entablan conversaciones. El mismo caso sucede con los bebes.

-Perro = dueño: los dueños se mimetizan tanto con sus mascotas, o viceversa, que hace falta salir a la calle para ver a un Michael Jordan con un perro de un metro de largo y cara de “te la dejo pasar solo por esta vez”. Algunas mujeres utilizan a su perro como carterita, caso Susana Jiménez, solo como uno de los tantos ejemplos.

-Paseadores: problema fatal para mi persona que con solo ver a un can se cruza de calle.

-Perro blanco peludo de la kioskera: me ladra sin parar. Lo bueno es que Estela siempre sabe a qué voy…

Mi otro dilema son las servilletas. Si, querido lector. Hay servilletas para cada ocasión y usted sigue sin querer saberlo!
Argentina se caracteriza por ser un país en donde la gente ama ir al bar. El famoso cafecito mientras se espera a un amigo, el horario de la reunión, etc. Pues bien, los bares tienen las peores y más ineficientes servilletas que alguien puede ver en su vida. Símil plástico, blancas tirando a amarillentas y terminan por resultar inaceptables pues no cumplen su función. Cabe destacar dentro de mi descripción que ciertos bares no cuentan con servilletas… a ellos jamás vuelvo.
El tema es que YO no puedo parar de limpiarme la boca (me salen llagas a veces, es triste pero pasa…) ya que cuento con la obsesión de creer que algo se perdió en mi labio aunque jamás verifico mi dentadura pero prefiero no pensar en nuevas obsesiones ya que con las que tengo basta y sobra.
Recuerdo a mi profesión de “Administración de empresas periodísticas” (aquel que nos creía los próximos Fontevecchia, Noble, etc.) quien ni bien regresó de su viaje por Canadá nos relató su afortunado encuentro con servilletas “utilizables”, sussex puede ser un buen ejemplo y conocido para casi todos, y a continuación añadió un precioso un relato sobre las toallas de papel de los baños públicos, “como habrán observado en esta facultad uno se lava las manos y cuando quiere secarlas debe utilizar tres papeles, bueno en Canadá con medio papel basta y sobra”. De más está decir que el hombre medía más de 1.90 m. con lo cual sus manos serían de 60 cm. por lo menos! Bueno, en fin, la historia me sigue hasta tal punto que cuando mis observadores de la vida cotidiana objetan sobre mi utilización de las servilletas procedo con el cuento extraído de una de las clases más fructíferas de mi paso por la universidad.

Como verán no todo es GH y banalidades en mi vida…

P.D: Odio y maldigo el momento en el que este blog comenzó a aparecer en las búsquedas de páginas porno. Basta ya! Soy otra clase de individuo!