ES EL TREN QUE PASA
A veces uno transita su vida como si ésta fuese un video clip. Va transcurriendo mientras observas. Esto no indica que uno sea melancólico o depre, simplemente se deja atrapar por la realidad secundaria.
Esta mañana pasó eso, la Gor me dejó a dos cuadras del subte. Tuve que dejar pasar dos formaciones llenísimas y recién en la tercera logré encajar en un hueco, delante de un hombre que por suerte era más alto que yo. Detrás mío venia una pareja, todo indicaba que llevaban algunos meses juntos. Ella de peinado alocado, bien morocha y de unos 33 años. Él, altísimo, con anteojitos cómicos y una sonrisa de esas que te compran al primer instante. Escuché su charla desde el inicio, no quedaba otra... El le contaba que tenía un grave problema con la ropa, que no podía lavarla, ella le decía que un lavarropas solucionaba el asunto, no sin antes hacer ciento un caras bien femeninas y despectivas. El lavaba su ropa en casa de “mamá” y ella sonreía irónicamente mientras le respondía “que suerte tenes vos, que vida...”. El seguía contando sobre su departamento y la mono-convivencia, ella seguía en superada.
Resultó que se habían conocido hacia pocos minutos. El, muy simpático y charlatán, había dado punto inicial a la conversación antes de ver las luces del tren. Ella justito se miraba el peinado en algún reflejo de los carteles de la estación. Ella y él viven a dos cuadras, hacen el mismo camino cada mañana hacia sus trabajos. El se veía solo y con ganas de “algo”, ella histeriquiaba pero seguramente terminaría aceptando el café...
Ella y él podrían estar juntos mañana, ojala que el miedo no venza a la tentación.
Esta mañana pasó eso, la Gor me dejó a dos cuadras del subte. Tuve que dejar pasar dos formaciones llenísimas y recién en la tercera logré encajar en un hueco, delante de un hombre que por suerte era más alto que yo. Detrás mío venia una pareja, todo indicaba que llevaban algunos meses juntos. Ella de peinado alocado, bien morocha y de unos 33 años. Él, altísimo, con anteojitos cómicos y una sonrisa de esas que te compran al primer instante. Escuché su charla desde el inicio, no quedaba otra... El le contaba que tenía un grave problema con la ropa, que no podía lavarla, ella le decía que un lavarropas solucionaba el asunto, no sin antes hacer ciento un caras bien femeninas y despectivas. El lavaba su ropa en casa de “mamá” y ella sonreía irónicamente mientras le respondía “que suerte tenes vos, que vida...”. El seguía contando sobre su departamento y la mono-convivencia, ella seguía en superada.
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1 comentario:
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