Todos ya se fueron de aquí
Tal y como ocurrió con la llegada de las festividades el año pasado, hoy vuelvo a caer en la cuenta de mis responsabilidades y esa bendita frase que no deja de venir a mi cabeza, “no todo lo que se quiere se puede”.
Y si, para los que no somos nacidos en Capital Federal y tenemos a nuestra familia lejos, las vacaciones suelen dar un lugar más que apropiado a preciosos reencuentro familiares y de amigos. En nuestra época universitaria, junto a mi grupito de amigos, solíamos regresar cada fin de año al lugar que nos vio nacer y crecer. Perdíamos o ganábamos tardes y tardes tomando mate al lado del río, salíamos por las noches a los “boliches” que se habían puesto de moda o regresábamos a los de nuestra adolescencia. Charlábamos sobre nuestro año, las carreras, lo mucho o poco que habíamos estudiado y los chicos que habían sorprendido nuestra tranquilidad. Luego vinieron las responsabilidades, el estudio mezclado con ciertos trabajos mal pagos pero que solían dejarnos el verano libre. A veces pasaba que alguna / o se decidía y regresaba antes de lo planeado porque extrañaba a su novia / o pero la mayoría de las veces tomábamos el colectivo exactamente un día antes de comenzar el cuatrimestre en la Facu.
Atrás quedaron aquellas noches en las que no me quedaba otra que ver a ese maldito EX. Cada año más bello y con la sorpresa de un niño por venir. Lejos quedaron aquellos días en los que me despertaba a las cuatro de la tarde, iba al río o a casa de Flor, comía alguna cosita y salía a disfrutar de la noche. Muy atrás quedaron los días en que mamá y papá se interesaban por la plata del cajero, las expensas o esas llegadas a las 11 de la mañana y el auto sin nafta.
Tan lejos quedó todo para mí que cuando vuelvo a verme despidiendo a aquellos amigos que parten hacia esas vacaciones ya negadas la sonrisa nostálgica se aprisiona en mi rostro para no dejarme otra opción que llorar. Porque los crecimientos suelen no ser fáciles, porque el hogar materno jamás podrá reemplazarse, hoy decido recordar, en éste balcón acalorado, lo bello de aquel tiempo sin más importancia que la de divertirme.




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